martes, 20 de abril de 2010

On the rocks

La botella dejó de estar medio vacía. Ahora ya no había nada. Tras su diaria ingesta de alcohol, tuvo ánimos para salir a la calle. No se sorprendió de la facilidad con la que consiguió salir del ascensor. Parece que el vodka daba fuerza a sus pasos y ligereza a su cabeza.

Hacía sol, un sol de justicia. Las personas con las que se cruzaba aparecían como manchas difuminadas entre las fachadas de los edificios. Estaba buscando algo, pero no lo encontraba. Se paró en seco. Sus gafas de sol ocultaban sus ojos plagados de miedo y angustia.

Echó a correr. Perdió un zapato, pero no miró atrás. Las piedras se le clavaban a cada paso que daba, y terminaron por hacerle una herida en el talón. Ahora sus huellas eran algo más que polvo, ahora había sangre.

Llegó a su destino. Ahí estaba. Lo vio, sentado, con su cigarro en la mano y su mirada perdida. Comenzó a acercarse a él con la mejor de sus sonrisas. Fue en ese momento cuando se dio cuenta de que él no estaba solo. Una princesa de cuento se había colado en su historia. Y estaba dispuesta a llevarse a su príncipe.

La vuelta a casa fue más tranquila. Dejó de cojear. Había terminado por quitarse el otro zapato y echárselo al bolso. Paró en el supermercado de la esquina para comprar otra botella. Pero esta vez decidió que se merecía un buen whiskey.

Subió a casa. Se quitó las gafas de sol y el vestido. Odiaba los vestidos. Odiaba el alcohol. Y odiaba el amor. Pero a todo había que echarle un par de hielos. O no.


martes, 6 de abril de 2010

Zapatos de charol

Estoy a punto de darme por vencida. Sé que sólo es una mala época, y que luego saldré adelante y podré con todo esto y más, pero la situación actual me está tocando bastante las narices. A pesar de que estoy contenta con el ambiente de clase, sigo sin tolerar algunas situaciones. Un ejemplo es el que está ocurriendo ahora mismo: estamos en plena clase de radio, y algunas de mis compañeras han decidido comprobar si su presupuesto les alcanza para adquirir los últimos modelos de sandalias anunciadas en VOGUE.

Que sí, que yo estoy aquí escribiendo en el blog y tampoco me entero de mucho, pero luego llegan las prácticas y me pongo al día rápidamente trabajando como la que más. El problema es que luego la mayoría algunas de estas queridas compañeras andan más perdidas que un pulpo en un garaje, y perdemos minutos valiosos de trabajo. Para colmo de males, las niñas de papá tratan de imponer su criterio sí o sí, pase lo que pase y pese a quien pese. Y tú no puedes ni rechistar.

Lo que más malo me sabe es que después de tantos días sin actualizar voy y les dedico una entrada. Que conste que la he borrado un par de veces, y he cambiado párrafos enteros sin saber exactamente a dónde quiero llegar. Pero ellas siguen mirando el Vogue. Y afirman que los zapatos de la nueva línea en colores pastel son de "choni" y que no piensan comprárselos. Bueno, es un descanso para la tarjeta de papá.

¿Llegarán a hacer algo útil en su vida? Me refiero a algo más que plancharse el pelo y pintarse las uñas. En el fondo no quiero ser tan mala y tan asquerosa, pero es que me ponen de los nervios. Entran en clase gritando, tirándose agua y persiguiéndose por las mesas. Ah, pero luego son las más maduras de la clase. Lo que me faltaba por oír... a ver si se caen ya del nido y se pegan un buen guarrazo contra el duro y frío suelo de la realidad, que no les vendrá mal.

Las cosas no me están saliendo muy bien, ando de cabeza con las prácticas y mi estado de salud ha empeorado hasta límites insospechados... Tan solo espero no perder la esperanza. Aunque nadie se lo crea, sigo intentando ponerme en pie a pesar de las contínuas decepciones. Cada día me cuesta más, pero es que luego llego y veo a estas niñas tan "cuquis" y se me cae la cara de vergüenza. De hecho, las envidio. Envidio su felicidad contínua, sus ganas de ir de compras y su despreocupación total por su carrera y su futuro laboral.

Bueno, pensándolo mejor... igual sí que les preocupa su futuro. Seguramente también sueñen con ser grandes profesionales de la comunicación, con escribir un libro o con llegar a hacer algo por lo que sean recordadas. Ésos son algunos de mis sueños. Si os soy sincera, espero que los suyos se cumplan también, pero que no sea por llevar esos zapatos nuevos tan monos que han visto en el VOGUE.