miércoles, 24 de febrero de 2010

Dos

Hoy. Un día como hoy, pero hace dos años. Y te fuiste. Sin avisar, sí, pero el caso es que te fuiste. No voy a decirte que me abandonaste, porque no es cierto, pero tampoco voy a negar que me sentí muy sola. Después de las lágrimas y el dolor, abrí los ojos. Me di cuenta de que, en el fondo, tampoco estabas tan lejos. Habías dejado algo muy importante y, afortunadamente, lo habías dejado dentro de mí.

Mis ganas de escribir, mi pasión por el periodismo... creo (o eso dicen) que lo llevo en las venas, y sé que eso es cosa tuya. Aún recuerdo cuando me enseñabas tus cartas al periódico, las instancias en el Ministerio que tanto bien han hecho por los tuyos... ¿Sabes qué? Te admiro. Te admiro muchísimo. Soy como soy gracias a ti, y también estoy orgullosa de eso.

Últimamente las cosas no han ido como yo esperaba, pero poco a poco iré saliendo adelante, y te aseguro que, en parte, será gracias a ti. A lo largo de mi vida me voy encontrando con obstáculos, pero no puedo negar que también aparecen formas maravillosas de salvarlos y continuar con mi camino. Me gusta pensar que tú tienes algo que ver con eso, y mi corazón sonríe.

Tengo el cuaderno amarillo (sí, donde escribo ideas para nuevos post) hasta arriba, pero no consigo centrarme y escribir algo con sentido. Sinceramente, esta entrada no creo que esté a la altura de lo que tú te mereces, pero prometo que más adelante volverá a volar el bolígrafo sobre el papel y llenaré este blog (o cualquier libreta que encuentre) con palabras que salen de lo más profundo de mi corazón.

Te echo de menos, abuela, pero sé que sigues conmigo. Gracias por ser parte de mi inspiración, por inculcarme valores que me hacen mejorar cada día, y por haber dejado parte de ti en mí. Te quiero.